En Georgia el Coronavirus y el Racismo Ambiental se Combinan

Examinamos la información de Albany, GA 

Por Marcela Mulholland, Julián Brave NoiseCat y J. Mijin Cha 

Traducido por Pedro Martí

Al momento en que Brian Kemp--Gobernador de Georgia--permite la reapertura de negocios no esenciales, el Peach State o “estado Durazno” todavía permanecía como uno de los más afectados por el coronavirus. 

Inspirados en una reciente investigación de la Universidad de Harvard, que demuestra que la exposición a largo plazo a la contaminación del aire hace a ciertas comunidades y personas, más vulnerables al coronavirus, hemos analizado los datos de Albany en Georgia--ciudad de apenas más de 75.000 habitantes--en donde el 73% de los residentes son negros. (En comparación, la población negra comprende el 32,4% del estado). Albany tiene una vulnerabilidad histórica de contaminación e injusticia ambiental. 

 
 

En medio de la pandemia, Albany tuvo 1.500 casos confirmados y 120 muertes hasta el primero de mayo. Lo cual, muestra una rata per capita de infección casi igual a la de Wuhan en China, donde se originó el virus. A lo largo del estado, la cifra de geogianos negros enfermas, aparece mayor que el promedio de la población. Y ya en abril, el 80% de los pacientes hospitalizados por el coronavirus eran negros.

 
 

La situación en Albany es consistente con la tendencia a lo largo de todo el país, en donde las comunidades más afectadas por el coronavirus son frecuentemente las comunidades más golpeadas por la contaminación de la injusticia ambiental. De hecho Albany, ofrece un caso perfecto de estudio de injusticia ambiental. La ciudad está también luchando contra la construcción de un gasoducto, un oleoducto y una compactadora todavía en construcción y que incrementarán la contaminación del aire en la región. El Condado Dougherty, que contiene a Albany, alberga “259 instalaciones peligrosas de desperdicios, 78 producen y liberan contaminantes del aire, 20 liberan sustancias tóxicas y 16 liberan contaminantes en las aguas de los EE. UU.”. 

 
 

Numerosos estudios muestran que la basura tóxica y la contaminación del aire impactan negativamente la salud respiratoria de la gente. La región de Albany tiene mayores tasas de asma que el promedio, tanto del estado como del país. 

Esta preocupante situación sanitaria y ambiental, existe dentro del contexto de profundas disparidades socioeconómicas. Más de un 20% de la población de Albany carece de seguro de salud, lo cual es significativamente mayor que el 15,7% de la tasa de no asegurados de todo el estado. Aún más, la mediana del ingreso familiar en Albany es mayor de 20.000 dólares menos, que la de todo el estado. La desigualdad del ingreso familiar hace a los residentes de Alban más vulnerables a la penuria económica derivadas del coronavirus, como pérdida del empleo, demora en los pagos del alquiler, hipoteca y otras deudas. En abril, Georgia procesó un millón más de reclamos de desempleo que en la suma de los tres años previos. 

La decisión del Gobernador Kemp de reabrir el estado expondrá a las ya vulnerables comunidades negras a mayor daño. Pero el desprecio del Gobernador por los negros georgianos, a la luz de su record, es insuperable. Cuando Kemp sirvió como Secretario de Estado de Georgia, usó de su estadía en el puesto, para borrar del registro 1,5 millones de votantes negros entre el 2012 y el 2016. Estas purgas probablemente ayudaron a Kemp a ganar la gobernación en el 2018. Particularmente los vecindarios negros que tienden a votar demócrata se vieron afectados por las argas colas y dificultades técnicas que impidieron su voto. Después del proceso electoral, se fue a un recuento y Kemp, resultó con una magra ventaja de 55.000 votos de ventaja sobre la demócrata Stacey Abrams. No es difícil de imaginar un resultado diferente de haberse contado el 1.5 millones de votos purgados, así como tampoco es difícil imaginar un resultado menos devastador del brote del coronavirus en sitios como Albany, si Kemp diera igual valor a las vidas votos de todos los residentes de Georgia. 

La situación de Albany aclara que las prolongadas disparidades raciales, incluida especialmente la exposición a la contaminación y la habilidad de expresar el derecho democrático de votar, no pueden separarse de la devastación provocada por la pandemia. No es una coincidencia que la ciudad que ha encarado una larga e injusta historia económica, social y ambiental, sea ahora uno de los sitios más duramente golpeados por el coronavirus. La defensa efectiva de estos ciudadanos, el alivio de sus circunstancias y una política de intervenciones, debe empezar por reconocer esta realidad.

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